martes, 1 de noviembre de 2011

Población mundial alcanza los 7 billones de habitantes


Camino a mi trabajo, decidí probar cuan eficiente sería trasladarme en el tren urbano, así que me dirigí a la estación más cercana y estacioné en el área reservada para los automovilistas que hacen uso del tren. No vi vigilancia alguna, así que al ver que habían carros en mejores condiciones que el mío, pensé que los otros tenían más riesgo y proseguí con mi plan. Abordé el tren y me senté en el tercer asiento de ventanilla a la derecha. Observé algunos espacios disponibles y me dije que con lo cara que está la gasolina si el tren cubriera más rutas sería una gran alternativa. Dos mujeres entre 30 y 35 años se acomodaron detrás de mí. Por su vestimenta deduje que trabajaban en oficinas. Sin pretender formar parte de la conversación que sostenían, no pude evitar escucharla.
--¿Sabes qué día es hoy? 
--Claro, todo el mundo sabe que es Halloween. Este ha sido el Halloween más celebrado. Los nenes han pasado todo el fin de semana vestidos de Batman y Robin. Me canso de sólo pensar que cuando llegue a casa por la tarde, tendré que llevarlos “trick or treat” por el vecindario. 
--No chica, hoy 31 de octubre del 2011 la población mundial ha alcanzado los 7 billones de habitantes. ¿Tú sabes lo que son 7 mil millones de personas en el mundo? Yo espero que los gobiernos al fin negocien justicia para todos. Esta falta de equidad entre los seres humanos da vergüenza. Que la mayor parte de las riquezas estén en manos de unos pocos y... 
--Oye, y cómo saben en qué país cayó el número 7 billones, porque estoy segura de que pudo ser aquí en Puerto Rico. Fíjate que la cuñada de mi vecina del final de la calle dio a luz un varoncito que pesó casi 9 libras y, según me dijo esta mañana, le avisaron pasadas las 12 de la noche... pero y si cayó en China, o en España, y si nacieron muchísimos a la vez, ¿cómo se va a saber, ah?
Había llegado a mi destino, por lo que agradecí a Dios su inmensa bondad. Me bajé del tren pensando que es mundo y de todo hay, y me dispuse a caminar hasta la parada del autobús que me conduciría finalmente a mi trabajo. Comenzó a lloviznar y no tenía paraguas. Debo aprender a perdonarme por esas ideas locas que a veces me atacan... y que el tren urbano, ja.

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